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En estos días, hace ya dos años, estaba sola en una cafetería con la atención en mi ordenador y en búsquedas que me aclararan unos apuntes... Al rato, ya con el café frío, entraron una mujer de unos cuarenta años acompañada de otra de su misma edad y su hija, una niña que no tendría más de seis años. Se sentaron en la otra punta del salón de la cafetería. Ni sé de que hablaban hasta que la niña terminó su merienda, e interrumpiendo a su madre, empezó a hablar. - Hoy he tenido una discusión con Julia, no para de decir que los Reyes son los padres. A lo que su madre respondió con una acusación. - ¿Quién es Julia? ¡¿La niña de pelo rizado?! - Sí. - ¿Qué te he dicho de las personas que tienen el pelo rizado? Lo tienen rizado como muelles que salen de su cabeza porque están locas, no dicen nada más que tonterías. No vuelvas a hacer caso a esa niña. ¡No vuelvas a hablar con ella!

La amiga se quedó callada y yo no podía creerlo. No tenía sentido aquella respuesta. Yo buscaba la mirada de alguien que me confirmara que eso era una barbaridad, pero no había entrado nadie después de ellas. Pensé que sería más sencillo, simplemente, preguntarle a ella, a aquella niña, cuál era su pensamiento, qué pensaba ella sobre el tema, quién creía que eran los Reyes Magos... Cualquier otra respuesta, en vez de demonizar a la niña de su colegio y por extensión a las personas con pelo rizado que se cruzaran en su vida.

De nuevo puse la atención en aquel trío. - Entonces mamá, ¿la abuela está loca? - ¡¿Por qué dices eso?! - También tiene el pelo rizado, como Julia. - ¡Eso es mentira! La abuela tiene el pelo como yo, no lo tiene rizado, la abuela está bien, no tiene ideas locas en la cabeza.