Mérida · Extremadura
septiembre 30, 2014
Llegamos al anochecer, un atardecer de esos en los que el cielo tiene un azul más intenso porque amenaza con tormenta y otorga una luz especial a los lugares. A cada paso que dábamos, un poco más sorprendidos y con una extraña sensación de no ver completamente lo que debió de ser el pasado, absolutamente glorioso, de Emerita Augusta.
Y después de Trujillo, llegamos a Mérida.
Caminando por calles estrechas, edificios de no más de dos plantas, hileras de coches aparcados, de fondo alguna conversación en la que se oye más de un 'acho'... de repente y como salido de la nada te encuentras un foro, un templo o un altísimo arco que evoca el pasado romano de la ciudad de Mérida.
Aquel sábado amenazaba la lluvia, así que nos quedamos sin ver una zarzuela en el teatro romano. Pero a la mañana siguiente, a primera hora y con un espectador de excepción, represente el primer coro de Romeo y Julieta, parece imposible pisar ese escenario y no recitar un breve fragmento de una obra de teatro, y más si uno tiene tantos retazos de teatro en la cabeza.
Y al lado del Teatro el Circo Romano. Debajo de las gradas, antes de salir a la arena puedes repetir Iugula! Verbera! Missus! (¡Matalo! ¡Azotalo! ¡Perdonalo!) e imaginar una de esas escenas de 'Gladiator' con su protagonista luchando en la arena...
Hay algo de magia, con mucha imaginación por mi parte, en estos lugares. Se ven tan grandes, tan llenos de historia, con algo de misterio... que no me cansaría de recorrerlos una y otra vez.
Mérida es una ciudad a la que volver. Sobre todo por la magia de su teatro y las ganas de ver una representación en él. Tal vez el próximo año pueda disfrutar del Festival Internacional del Teatro de Mérida.
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